CAPATAZ PUNTA DE CARRETERA
Muy temprano salimos de Puquio con el ing. Jefe de la Oficina de Caminos , el iba a controlar el avance de la carretera al pueblo de Andamarca y yo a conocer a los Soras, agricultores de repisas andinas.
En las afueras de la ciudad, al borde de la carretera nos esperaba la maestra de Cabana , una muchacha muy joven , de ojos bellos y dulces y de pelo negrísimo ,arreglado en dos largas y gruesas trenzas. !Ay ingeniero!, dijo al subir; te estaba mirando tu carro que no venías.
Don Silvio, el capataz, nos esperaba. Era un hombre joven , de mediana estatura, moreno, de brazos y manos fuertes y de rostro dulce y sereno.
Por aquí ha caminado la carretera en los últimos meses, cuando no habías vuelto ingeniero de su visita ; por alli vá a seguir, arrimándose al cerro ingeniero, para buscar su fuerza , va a subir bonito no más, despacio va a subir, para no cansarse y por alli por esa loma va a baja al rio para pasar por el puente que vamos a hacer. Una carretera ingeniero como la gente no más es , su camino sabe hacer.
Avanzamos entre arbustos de Mutuy que habían florecido amarillando todo, el cielo, el camino; los árboles abrían sus brazos para invitar a los pájaros a tejer sus nidos en ellos.
Llegamos a la punta donde estaba el campamento; unos muros de piedra y unos techos de paja hacían las chozas, el viento silbaba metiéndose por todas partes .Alli vivía don Silvio nos invito a entrar, dentro en un rincón , unas ramas secas y unas piedras negras hacían el fogón que recibía unos tiestos de barro .A un lado la cama en el piso pellejos y encima cubierta de mantas y ponchos.
Esta carretera avanza mi ingeniero, con barreno, con pico, con dinamita, puro brazo ingeniero.
He venido a relevarte Silvio, tienes que ir a otra carretera.
No mi ingeniero no me voy, esta es mi carretera. Yo vine hace dos años con mi hijo pequeño; su madre, nos dejo en la soledad cuando partió al cielo, mi ingeniero; con el he venido, cuando la carretera estaba allá atrás todavía, donde esta ahora ocultándose el sol allí llegamos.
Cada dia con la carretera avanzamos, y cada día el crecía un poquito más; por la loma caminaba la carretera, y mi hijo con su alegría con su risa nos acompañaba.
Una noche llovió mucho mi ingeniero y en la choza el frio entro por todas partes .La calentura le agarro; su carita como brasa quemaba, en mis brazos ingeniero se me ha muerto.
La carretera siguió caminando ingeniero, pero cada mañana yo ponía en su tumba las flores del campo y cada día mas temprano tenia que ir a su tumba a dejar mis flores.
Cada día más lejos , mas temprano, mas lejos casi corriendo iba para alcanzar la punta de la carretera.
No me voy ingeniero, esta es mi carretera, la hicimos juntos el y yo juntos con nuestras alegrías y nuestras penas. Las carreteras, ingeniero no la hacen los ingenieros, las hacen los capataces punta de carretera.
EL TORO DE LA QUEBRADA DEL PACHACHAKA
Todos los años después de la Pascua de Resurrección los ganaderos de Puquio salian de viaje a Andahuaylas a Lambrama y a Abancay a comprar ganado.
Durante los meses de lluvias las alfalfas de Santa Cruz habian retoñado, crecido y alimentado a los caballos que llevarían a mi padre y a los arreadores hasta la quebrada del Pachacacha , rio grande y caudaloso.
Don Sabino López, su compadre que habia antes acompañado al abuelo ahora iba con mi padre. Era el laceador más famoso de toda la región, laceaba a pie, a caballo, de cerca o de lejos; dicen que laceaba a los toros mas bravos y a los potros cerriles de las Pampas de Ccoñañi que corrían escondiendo la cabeza; pero era sobre todo amansador de potros.
Viajaban por dos meses a comprar nuevos toros y a recoger los que habian quedado del año anterior, porque estaban arando o porque todavía no, al año te entrego cuando esté en su cuerpo pues, decían los dueños.
Cuando compró el toro negro frontino le marcaron con hierros de fuego
en la pierna y en el asta izquierda le pusieron la contramarca. Desde que lo sacaron de su querencia caminaba volteando la cabeza y se regresaba siembre; cuando vadearon el Hatum mayo que habia crecido y tenia la fuerza de las aguas nuevas se dejo llevar con sus aguas para salir mas abajo , y regresar a su pago. Solo se veia su cabeza levantada y la punta de sus astas ;don Sabino lo laceo desde veinte brazadas el lazo volaba sobre el agua sobre su espuma hasta alcanzar sus cachos y abrirse sobre ellos ajustándolos y lo jalaron trenzando el lazo en un molle frondoso de la orilla.
Cuando subía a la puna y se dejaba la quebrada, volteó para ver por ultima vez, lejos abajo su rió, su sitio.
En los alfalfares de Puquio durante la inverna, el toro negro frontino parecía que pensaba en su suerte y que recordaba la quebrada caliente del Pachachaca.
Tres meses después las puntas de ganado que habian engordado en los alfalfares de San Andrés, Chilques, Santa Cruz, Santa Ana y San Pedro eran arreadas hasta el puerto de Lomas, a cinco dias de camino ; alli se esperaba al barco carguero que venia del sur, y que aparecía en las noches desde la isla con todas sus luces encendidas como un vapor brillante.
En la mañana se iniciaba el embarque , se subia el ganado en una chalupa que luego mar adentro se acoderaba al barco, desde ella se amarraban los toros con unas fajas anchas y se les elevaba con un tecle para depositarlos en la bodega.
Cuando alzaron al toro negro frontino se soltaron las amarras y el animal cayo al mar y nadando alcanzó la playa, salio junto a los matorrales y en ellos se perdio. Mi padre y sus arreadores fueron a rastrearlo al toro por donde habia salido; le buscaron todo el dia, sin encontrarlo, y , al dia siguiente y no lo encontraron. Al retornar a Puquio encargó que lo siguieran buscando todos los dias y por todas partes, nadie encontró al toro Negro frontino.
Al año siguiente volvio mi padre a comprar ganado al mismo pueblo, al mismo sitio y al mismo dueño. Cuando marcaban los toros comprados, don Sabino le avisó ¡compadre este toro ya esta marcado! tiene su marca; es el toro que no se embarco compadre.
Cuentan que los toros también tienen su pueblo, sus montes, sus rios, cuentan que tienen su querencia y que cuando les sacan de ella se entristecen y la extrañan mucho.
Mi padre me dijo que el toro negro había caminado de regreso solo de noche, de dia se escondía y nadie le podia ver ; me dijo que en el campo hay una plantita pequeña junto a los puquios que hace invisible a los animales y que el toro negro la buscó hasta encontrarla ; por eso dijo , no le vieron cuando regresaba.
Había caminado muchos días, muchas noches para llegar desde Lomas a su querencia, en la quebrada caliente del Hatum Mayo del Pachachaca.
TORITO SARDO, TURUCHA
Cada año después de las lluvias mi padre subía a las estancias de la Puna, el pasto había crecido y engordado el ganado; las crías nuevas retozaban en los potreros y brincaban en los mojadales.
Don Maxi para este año haremos jugar nuestro toro sardo en la plaza de Pichccachuri, le dijo Rafael Carvajal el vaquero, ya esta en su cuerpo papá, ya tiene su fuerza. Don Max pensó en la inverna, crecerà todavía, engordará y lo llevare a Lima.
Rafael Carvajal no podia pronunciar su nombre decía solo Rajuel y asi le conocí.
Don Maxi míralo, aquí ha nacido, en esta puna ha pasado fríos, aquí se ha hecho toro con el pasto tierno de la socclla, entre la tola, entre el Tankar. Este toro don Maxi también mi toro es; yo le he criado con mi cariño, de mi mano ha lamido la sal azul de warwa, a mi me sabe mirar desde las Sachas, desde las Queñuas, diciéndome con la mirada de sus ojos que lo haga jugar.
No seas así pues, don Maxi; te estoy pidiendo papá; en la plaza de Pichaccachury para todos tiene que jugar; para el sol; para la luna, para el Apu, para nosotros los comun runas, para los mistis, también.
Piña toro es espíritu, sangre de micitu tiene. No es malo; es el viento, la lluvia, el granizo; los ríos nuevos están en su cuerpo para su fuerza.
Así que sea pues, respondió don Max.
Rajuel Carbajal, el vaquero lo acompaño hasta el pueblo. Lo sacaron de su estancia entropado con vacas madrinas; antes de bajar a la quebrada para dejar su sitio bramo y levantando su hermosa cabeza pidió permiso a su Apu, a su sitio. Los waccra pukus tomaban las voces de todos los cerros para despedirlo, pasaron entre cebadales dorados de julio, entre parhuas de maíz, entre retamas floridas, para llegar a Ccantu-Punku y divisar Puquio con sus techos de paja.
Cerca de la plaza en el corral de vaquerías, los toros bravos, nerviosos miraban llegar a los comuneros de los ayllus de Puquio con sus ponchos de color nogal, vinieron los alcaldes vara a velar toda la noche. Rajuel le cantaba al sardo toro pidiéndole fuerza y alegria, vinieron las arpas, los violines y los Wuaccra pukus para acompañar el canto.
Wuacallay, Wuaca, turullay turu
Niño Toro, toruchay , turu.
La plaza de Pichccachuri estaba convertida en ruedo; desde días antes se habian armado las barreras; delante de la iglesia para las Autoridades; las familias principales armaban sus palcos con palos de eucalipto; al frente la falda del cerro estaba tapizada como un retablo de polleras azules, verdes y lilas y de moñillos blancos, amarillos y rojos, de las campesinas. La banda municipal tocaba paso dobles con redobles de tambores campesinos.
Le lacearon y jalaron los brazos de 20 hombres, le animaron las voces de todos los comuneros. Desde el centro del ruedo miró al cerro y vió los colores de las polleras, de los monillos y las flores en los sombreros de las pasñas; nervioso, ágil, en cuidadoso giro volteó para mirar la iglesia , a los principales, a los mistis y a los común runas, y levantando la cabeza busco en el aire el olor de la tola, de la socclla, de las retamas y quedo quieto.
En los palcos las niñas con sus sombreros de paño ingles y sus faldas domingueras decían ¡Ay Jesús que lindo es ¡ y los jóvenes mistis advertían en su cuerpo la fuerza de los cerros.
Rajuel se escurrió entre los palos y los postes de las barreras para ir hasta él y cuando estuvo cerca tendiéndole el poncho con animoso gesto le gritó: turuu, piña turu; este arrancó veloz carrera y recogiéndolo en sus astas lo hizó al aire y se quedó plantado; cuando cayó al suelo, levantándose le gritó turuy mierda, sallcca turu diciendo; entonces se le acercó hasta tocar su cuerpo, hasta acariciar su frente y hablándole dulcemente le dijo: turucha sardo turucha; acaso no me conoces; yo te cuide del zorro, del lion; te he dado mi corazón, mi canto, te he llevado a beber el agua fresca de los puquios y con mi ponchito como jugando te enseñe a jugar. Y levantando su voz, como un trueno le gritó: Ahora es tu suerte, Pucllay!.
Y el toro sardo, el hijo de la vaca negra callejona cuando comenzó a tocar la banda Municipal arrancó a jugar con la fuerza de los rios, con la alegría de las gaviotas, y pasó muchas veces por los ponchos de los indios, por las capas de los mistis para volver a ellos nuevamente, y cuando todos le aplaudían desde el centro de la plaza bramo para los cerros hacia la puna, hacia los puquios.
Rafael, llorando decía: toro turucha, niño toro; ahí esta pues nuestro toro papà Maxi .
El alcalde plaza y los alcaldes varas dispusieron el perdón y dejaron abierta una esquina del ruedo por donde salió el toro Sardo, para tomar la cuesta y regresar a su estancia. Los Quillinchos acompañaron su retorno.
Enrique Moya Bendezú.
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