martes, 2 de julio de 2013

YANTAKUSPA. RECOLECTANDO NUESTRA LEÑA

CHALHUANCA RECUPERA SU FIESTA

Por: Yanajaca, Ernesto Jiménez

La Fiesta Mayor de Apurímac Señor de Ánimas de Chalhuanca, en la mitad de sur andino del Perú, promete ser una celebración multitudinaria y hermosa esta vez. 

El organizador de este año o Capitán de Plaza, es nada menos que la Cooperativa de Ahorro y Crédito Los Andes Cotarusi Aymaraes. 

Toda una novedad, pues su prestigio ha crecido en su corta existencia habiendo nacido precisamente en la zona más deprimida del mapa social oficial, hace doce años, cuando el país regresaba a la normalidad luego de un conflicto armado que duró dos décadas.

La festividad que combina folklore, religión, economía y turismo contrasta con la vida cotidiana, austera y sencilla para la región donde las carencias son numerosas y las comodidades mínimas.

 Desde hace meses, cuando los Capitanes de Plaza asumieron el cargo, se trazaron metas sociales sencillas. Hacer de esta celebración, una fiesta de todo el pueblo y no sólo de un grupo privilegiado. Revisar la historia ancestral y reciente, para lucirla con toda su fuerza y vigencia comunal “desde adentro”. Es decir, como era antes.

José María Arguedas escribió sobre la fiesta “Toropukllay”, que traducido significa “Juego del Toro” en quechuañol castizo. 

 Sin embargo, mas que describir la corrida, la novela emblemática trata de la dignidad de los indios y de su capacidad de organización para hacer las cosas al estilo ancestral.

 Estos son los argumentos, al parecer, reivindicados por los organizadores de este año, a saber por sus publicaciones y experiencias recientes, como son las fiestas preparatorias del Llantakusqa o recojo ritual de la leña, que abona la fecha principal a fines de julio y principios de agosto. 

 La participación de las comunidades vecinas ha sido exitosa y crucial. Los pueblos de Soccos, Chalhuanca, Cotarusi, Pampamarca, Soras entre otros, anuncian desde ahora una celebración extraordinaria. 

 Al parecer, el pueblo mismo, los devotos, los comerciantes, los micro-empresarios y hasta las autoridades regionales y locales (tradicionalmente burocráticas y escépticas) vienen pugnando por el mismo objetivo: Que se reconozca a la Festividad como Patrimonio Nacional inmaterial. Símbolo que reúne valores diversos en música, idioma, vestimenta, gastronomía, organización y en fin toda la gama en que se puede enumerar la cultura. La respuesta humana al reto de vivir en su ambiente natural. 

Pero hurguemos en los orígenes de la festividad.

EL SEÑOR DE ÁNIMAS 

La tradición habla de tiempos que se pierden en la noche de la historia cuando se encontró en la chacra de Cotarusi la cabeza, y sólo la cabeza, de un cristo crucificado. Malamente atormentado, desvalido y cruelmente adornado de una corona de espinas. 

Curiosamente, el hallazgo se produce en las tierras de cultivo de los indios. No el jardín de alguna iglesia o en el domicilio de autoridad cualquiera, sino en la tierra de la cual vive la gente de la zona, recordémoslo una vez más, desposeída del interés oficial desde hace tiempo. 

Luego del hallazgo, de por sí misterioso e inexplicable (¿Milagroso?) los indios trasladan la cabeza mutilada a la iglesia de Kanchuillca, para finalmente ser devotamente hospedado en Chalhuanca, la capital de la provincia de Aymaraes. 

 Desde principios del siglo pasado la festividad fue forjándose como el evento más importante de la región, cuando la tierra reseca por el sol diurno y el frío nocturno, posterior al solsticio de invierno o Inti Raymi, hace necesario la rotura del suelo para prepararla para la siembra de alimentos. 

Es la época cuando el trabajo colectivo se va haciendo más necesario. 

Y este es uno de los condimentos básicos de la celebración. La participación de todos en aras de un fin superior. 

Vuelve a la memoria entonces la propuesta socio-económica ancestral: El Ayni, La Mink'a y la Mit'a. Vale decir, el trabajo organizado, gratuito, recíproco y devoto para que la sociedad funcione. 

La medida de esta fecha es descomunal para la economía individual de Apurímac, pero los cargontes, mayordomos, Priostes y Capitanes de Plaza, organizadores de la fiesta, cuentan con el respaldo personal y colectivo para culminar exitosamente su misión. 

Los años anteriores, la intervención de la empresa privada ha dado como resultados una imposición de criterios afuerinos, importados, antes que locales o siquiera regionales. Así, por ejemplo, la participación de toreros españoles, colombianos o limeños ha primado antes que los tradicionales espontáneos locales como los describe José María Arguedas. Los toros a muerte han ido creciendo en número cada vez más significativo y todo ello cotizados en miles de dólares que arrinconan a la economía local como espectadora de eventos impuestos. 

La juventud, no tiene idea del Toro Pukllay, y si bien Yawar Fiesta no habla del cóndor y el toro jugando en el ruedo, indudablemente es una tradición y un anhelo guardado celosamente en el recuerdo de los ancianos y líderes de las comunidades alto-andinas. 

Recuperar su valor, significa que los comuneros acudan a sus antiguos rituales para capturar al cóndor y preparar al toro durante meses antes del encuentro. Ambos animales son tratados dignamente durante todo este proceso con nombre propio: Kuntur happiy y Torovelakuy, entre otros ritos, donde interviene la hoja de coca, los sahumerios de plantas aromáticas y ciertos ritos misteriosos. 

 La participación popular con sus cantos en runasimi, así como instrumentos tradicionales como la Tinya, el pututo, la sencilla campana que el ganado luce en el pecho para anunciar su presencia, todo ello aunado a las ojotas, el chullo, las lliqllas multicolores, son parte del fervor auténtico que han empezado a lucir orgullosamente la población convocada. 

 Se darán cuenta que el solo hecho de nombrarlas en su idioma original es ya mantener la vigencia de su cultura. Y de eso se trata. 

 Pero regresemos a los detalles de la fiesta previa o recojo ritual de la leña. 

YANTAKUSPA: 
RECOLECTANDO NUESTRA LEÑA 

 El llamado colectivo para abastecer de leña una próxima fiesta, tiene sentido si se calcula la cantidad de visitantes que acuden de año en año para ingerir desayunos, almuerzo y cena durante una semana cuando menos. Las ollas son descomunales, el combustible popular por excelencia es el Yantay, la leña. Si bien, se difunde el término Llantakusqa, en lugar de Yantak'usqa, suponemos que por un sentido de diferenciación localista con respecto al hablar y pronunciar cusqueño. Una muestra de dignidad regional. 

 Pues bien, estas fiestas del recojo de leña, terminaron con sendas rumas piramidales superior a los 6 metros de altura. Toda una proeza. Pero la noche que terminó el evento, los Carguyog's deberían cargar sendas cruces bellamente adornadas con flores, guirnaldas, cintas y papeles multicolores, a la vez que frutas y exquisitos vinos. 

 Esta visión reafirma, una vez más la cosmovisión Chanka, vestida de ritualidad occidental. 

La Cruz a secas, no la cristiana que representa el tormento, sino la cruz cuadrada andina, está presente en el pensamiento Chanka, ancestralmente hablando. La constelación de la Chakana observada durante todo el año, sirve para marcar el ritmo de las estaciones, clima, sequía y lluvias, a la vez que las épocas del calor y el frío. Sin ella, sería imposible planificar el trabajo agrícola y pecuario. 

 Por ello los Chankas de hoy en dia, evocan esta función cuando escriben en sus camiones, autos y vehículos en general el famoso lema “Guíame Sr. de…” etc. 

Las pirámides o “Karma's” con la cruz en la cumbre, evocan las señales indispensables de los ancestros para marcar el ascenso de las estrellas, previo a la salida del sol en los días señalados como rituales o Raymi's. Estas señales también conocidas como Saywa's, colocadas en las cumbres están graficadas en los dibujos de Waman Poma. 

 Y el sentido de las rumas o pirámides, significa el procesar alimentos para la población. Una actividad vital traducido en comida. 

Los multicolores que dan el sustento estético a la cruz, representan la identidad de los Suyu's. Antisuyu es verde, Chinchaysuyu es rojo, Kuntisuyu es amarillo y del Qullasuyu, blanco. 

 También se reafirma con el uso tradicional de las cintas multicolores para identificar el ganado de cada panaka. 

Esta costumbre ancestral, sublimada en los adornos multicolores de la cruz andina vuelve a reafirmarse en el hecho que las Yan'tays o pirámides de leña obtenidas mediante el Ayni y la Mink'a servirán para alimentar a la población local y visitante en el próximo evento señalado. Es decir, un fin supremo colectivo y personal. 

 Estaremos a la expectativa de los resultados de esta celebración, a todas luces católica, pero donde subyacen la cosmovisión ancestral y sobre todo, la recuperación de una dignidad sometida durante siglos que se anuncia como poderosa y fructificante. 

Esa es la parte final de la historia. 

El mito del Inkarriy, habla igualmente de la cabeza del inka degollado por los invasores. Esta cabeza del líder muerto, es depositada cuidadosamente en la tierra fértil. Luego con el tiempo y los cuidados de los runas, le van creciendo manos y pies. Finalmente, sale victorioso de la tierra productiva, se erige nuevamente y se pone a caminar por siempre jamás. 

 ¿Acaso hay algún parangón en esta historia con el mito ancestral? 

Sólo Dios lo sabe, contestarían algunos. Pero usted amigo lector. ¿Qué nos dice? 


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